Latidos en una alborada
Recuerdo tu voz ausente,
de jocosidad fugaz y blanca,
de sueños inefables y dementes.
De amor que hoy se estanca.
Que reposa entre las llamas emergentes,
dependiente de una fortuna desafortunadamente manca.
Recuéstame en tus malditos labios inclementes
donde huyes cada noche, afanada;
que juegan atrevidos con tu simiente
y me abocan al frío de madrugada.
Dispara tus latidos al sol de frente
y asesina esta elegía maniatada,
así que tu aroma más puro nos aliente
y te sientas en la penumbra tuya y arrojada.
Hoy los carámbanos ya escritos y testigos que nos acechen
solo son tierra que sustenta, sin miedo, tu voz mentolada
y mientras los cielos nos mienten,
solo escuchamos la sangre del remordimiento entre pared y espada.
Tú. Y yo. Y las paredes que mueren
caídas a voces, al unísono de esta alborada.
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