Al abrigo de las estrellas,
entre castizas montañas,
sábanas armónicas y palabras bellas.
Así, mi pecho te extraña;
a ti y a tu música de grosella.
A ti y a tu pelo en maraña.
A ti y a tus razones, ya aquellas.
No lo sabes, pero es cierto
que me rescata tu voz sin guion
cuando mi fulgor se refleja muerto,
y nos refugiamos en nuestro bastión,
evocando aquel primer puerto
para dos vidas unidas por la pasión
de tornar todo instante en recuerdo.
Aguarda mañana con paciencia
el sabor de otro abierto atardecer,
por otra vez derrotar la somnolencia
dejando esta tierra que se deja arder.
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